El sueño dentro del sueño
Título original: Vortex
Año: 2021
Duración: 142 min
País: Francia
Director: Gaspar Noé
Reparto: Dario Argento, Françoise Lebrun, Alex Lutz, Kylian Dheret, Kamel Benchemekh, Joël Clabault
Al igual que la rosa a la que canta Françoise Hardy en el inicio de esta película: nacemos, crecemos y finalmente nos marchitamos. De igual manera todo lo que hayamos construido a lo largo de nuestra vida algún día se esfumará. Nuestros objetos, nuestras familias, nuestros recuerdos y todo aquello que nos ha acompañado dejará de existir, no sabemos cuándo, para que el ciclo de la vida pueda continuar. En Vortex, el director de origen argentino radicado en Francia, Gaspar Noé (Irreversible (2002), Clímax (2018)), nos habla del final del videojuego que supone nuestra existencia a través de una pareja de ancianos cuya realidad empieza a desmoronarse tras el inicio del declive mental y físico de ambos, fruto de la edad.
El director Dario Argento da vida en su primer papel como protagonista a Lui, un crítico de cine que trabaja en un libro sobre el cine y los sueños. En paralelo lidia con sus emociones y la complicada convivencia con su esposa Elle (Françoise Lebrun). Una mujer que en el pasado trabajaba como psiquiatra y que ahora no puede poner palabras a sus pensamientos debido a la enfermedad neurodegenerativa que padece. Pese a los esfuerzos de Lui por querer mantener el control de la situación se verá obligado a contar la ayuda de su hijo Stéphane (Alex Lutz), que a su vez lucha contra sus propias adicciones y problemas familiares.
Vortex (en castellano vórtice) alude al centro de un torbellino, una sacudida que lo cambia todo. Rehuyendo de la provocación y efectismos habituales en su cine, Noé, probablemente influido por su propia experiencia personal cercana a la muerte (sufrió una hemorragia cerebral en 2020), retrata de manera conmovedora y cruda la decadencia de la vejez, cómo el paso del tiempo y la enfermedad pueden borrar a la persona que un día fuimos y el impacto que tiene todo ello en el seno familiar. Una premisa que nos recuerda inevitablemente a Amour (2012) de Michael Haneke. Un hijo desvinculado hasta el momento tendrá que asumir nuevas responsabilidades e intentar poner orden mientras los acontecimientos se encaminan hacia el desastre. Por otro lado ese mismo desequilibrio servirá para reunir de nuevo a la familia y hacer aflorar afectos que parecían haber quedado olvidados.
A través de una puesta en escena sobria, donde prácticamente toda la historia se encapsula dentro de espacios interiores, asistimos a la desintegración de un hogar. El director asume el riesgo de dividir la pantalla en dos para mostrarnos la perspectiva de cada miembro de la pareja protagonista, retratando así la soledad y el aislamiento de ambos mientras la cámara les sigue por su apartamento parisino. Una multitud de objetos se amontonan en un espacio donde aparecen libros por todas partes, incluso apilados bajo un sofá. Hay pósters de películas en las paredes, discos, montañas de papeles, cajas de medicamentos y desorden. Lo material tiene un valor en sí mismo porque forma parte también de la historia personal y de los recuerdos de sus protagonistas. En referencia a ello Lui le dice a su hijo en cierto momento del film: “no puedo tirar mi pasado”.
A través de una puesta en escena sobria, donde prácticamente toda la historia se encapsula dentro de espacios interiores, asistimos a la desintegración de un hogar. El director asume el riesgo de dividir la pantalla en dos para mostrarnos la perspectiva de cada miembro de la pareja protagonista, retratando así la soledad y el aislamiento de ambos mientras la cámara les sigue por su apartamento parisino. Una multitud de objetos se amontonan en un espacio donde aparecen libros por todas partes, incluso apilados bajo un sofá. Hay pósters de películas en las paredes, discos, montañas de papeles, cajas de medicamentos y desorden. Lo material tiene un valor en sí mismo porque forma parte también de la historia personal y de los recuerdos de sus protagonistas. En referencia a ello Lui le dice a su hijo en cierto momento del film: “no puedo tirar mi pasado”.
Es significativa la elección de los dos actores principales. Por un lado Argento, maestro del Giallo italiano y por otro Lebrun, actriz consagrada del cine francés y protagonista de la memorable La maman et la putain (1973), de Jean Eustache. Ambas leyendas vivas de la historia del cine convergen en el ocaso de sus carreras creando algo único y especial que no podemos desvincular de lo que ellos representan.
“La vida es una fiesta corta que pronto será olvidada”. Con estas palabras presentaba Gaspar Noé la película en su cuenta de Instagram. Difícilmente se puede expresar mejor lo que ha querido transmitirnos con ella.
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